Son las once y media de una noche invernal del Valle de México, en que parece que, de un momento a otro, va a realizarse el prodigioso espectáculo de la caída magnífica de todas las estrellas en una lluvia de diamantes.
Los barrios de la Capital duermen el mismo sueño pesado de sus moradores, gente laboriosa que pasa las horas todas de los bellos días mexicanos en la penumbra de los talleres y de las fábricas,, amasando la riqueza del burgués, y la las noches espléndidas en las tinieblas de sus viviendas, más que humildes, misérrimas.. Ni un transeúnte en el barrio de Santiago Tlaltelolco, con excepción de la presencia fugaz, por sus calles polvosas, de la patera que pasa anunciando su mercancía en un grito melancólico, cuyas cadencias parecen encerrar las tristezas, las amarguras, los tormentos de una raze mártir: "Paaatooo cooociiidooo, toortia con chiii....."
Hace frio; en las bocacalles parpadean las linternas de los "tecolotes;" un hombre da golpecitos, al parecer convencionales, a la puerta mugrosa de una accesoria de la calle del Puente de Tres Guerras; la puerta se abre como una boca enorme que bosteza en las tinieblas, y un olor de miseria sale del interior; el hombre entra resueltamente y la puerta se cierra tras de él.
Aquella accesoria es la vivienda de Melquiades, el obrero tejedor, donde se encuentran reunidos veintidós trabajadores. Al entrar el recién llegado, todos se apresuran a estrecharle la mano. ¡Cuánto había tardado! Ya estaban desesperados; algunos ya se habían marchado a sus casas.. El recién llegado explica lo mejor que puede el motivo de su tardanza: había tenido que salir de la ciudad al arreglo de asuntos importantes del sindicato obrero, del que es organizador. En un rincón, dos obreros sentados en cuclillas hablan en voz baja.
--Te puedo apostar, "mano." que ese ha pasado el tiempo en el lupanar, y viene a contarnos ahora que ha andado fuera de la ciudad en asuntos de su sindicato. Ese viste bien, come mejor, no se desloma como nosotros, porque gana su buen sueldote como organizador. Ese ya está emancipado, ¿Que puede importarle nuestra suerte? ¿Crees que pueda sentir como siente el trabajador, el funcionario de un sindicato obrero? El sabía que iban a ser tratados aquí asuntos importantísimos para la suerte de la clase trabajadora y, sin embargo, viene tarde. Bien se ve que no tiene prisa en que nosotros nos emancipemos, porque si nos emancipamos, ¡al demonio se ir´ la unión por innecesaria!, y los funcionarios de ella tendrán que trabajar para vivir, como cualquier mortal lo hará cuando hayamos logrado derribar el sistema que nos aplasta.
--Tienes razón, "manito" --dice el otro--; el funcionario de una unión o sindicato siente como burgués y, por lo tanto, tiene interés en que se retarde nuestra emancipación.
Todos hablan al mismo tiempo, reanimados con la llegada del organizador. El tiempo vuela, hay que arreglar el asunto que se tiene entre manos.. Melquiades levanta el brazo derecho como para indicar que tiene algo que decir. Se hace el silencio. Melquiades se aprieta el ceñidor, escupe y dice con una entonación de voz que refleja la sinceridad de un noble corazón proletario :
--Compañeros: como os explicamos en la circular que os enviamos los miembros del Grupo "Humanidad Consciente," este mitin tiene por objeto determinar qué actitud debemos asumir los trabajadores ante la falta de cumplimiento de las promesas que nos hiciera el Partido Constitucionalista cuando ese partido aspiraba al Poder y necesitaba de nuestra ayuda, ayuda que consiguió, pues muchos miembros de la clase trabajadora derramaron su sangre en los campos de batalla por la bandera constitucionalista, y muchos, también, acudieron a los comicios a depositar su boleta electoral en favor de Carranza. Pues bien, companeros: hace mucho tiempo que tenemos gobierno carrancista y todo sigue lo mismo que antes de la Revolución, o mejor dicho, todo sigue peor que antes, porque ahora pesa sobre los hombros del trabajador no solo la antigua deuda nacional, sino la nueva a deuda, la contraída con los banqueros de los Estados Unidos para consolidar el gobierno carrancista, sin contar los centenares de millones de pesos que estamos pagando como indemnización a los burgueses nacionales y extranjeros que sufrieron perjuicios durante la Revolución. La miseria es extrema; la tiranía es peor que la que existía cuando dominó el odioso tirano Porfirio Díaz. En concepto de los trabajadores que formamos el Grupo "Humanidad Consciente," lo que se necesita es secundar el hermoso movimiento de los que no abandonaron las armas cuando subió al Poder Venustiano Carranza, y que luchan al grito de ¡Tierra y Libertad!! ¡ Si, compañeros; adoptemos los principios del Partido Liberal mexicano y hagamos nuestro el Manifiesto de 23 de septiembre de 1911! ¡A la tiranía respondamos con la barricada; al hambre, con la expropiación! ¡Rebelemonos!
La audacia se estremece; unos, de miedo; otors porque aquella incitación directa a la violencia, como único medio para hacer efectivo un derecho, responde a deseos y a ideas acariciadas en secreto; pero nadie materializa con un sí ni con un no su aprobación o desaprobación. El "tecolote" de la esquina inmediata lanza al viento su silbato de alerta, y a ese silbato siguen otro y otros más de todos los "tecolotes" del barrio y de todos sus colegas de la enorme ciudad. El perro de la accesoria vecina, donde hay un velorio, aulla lúgubremente; un castañero, embozado hasta los ojos, pasa anunciando su mercan-