II
Es preciso proclamar a gritos, ya que así lo quiere la verdad histórica, que Marx no es el creador del sistema que lleva arbitrariamente su nombre.
No lo es. Ni en aquella parte del mismo que es engendrada por un subjetivismo que entronca con el sofisma, ni en aquella otra que se basa más o menos en la lógica, en la observación objetiva de los fenómenos sociales y de las realidades económicas.
Resulta a todas luces absurdo atribuirle a Marx la paternidad de ninguna de las tesis señaladas, base del sistema que lleva su nombre. Y lo es en idéntico grado suponerle genitor de la famosa dialéctica. Lo prueban mil documentos de un valor irrecusable. Todo el mundo sabe hoy que la dialéctica marxista es... hegeliana.
El gran fetiche del socialismo autoritario no crea, ordena y sistematiza. Y es muy difícil, si no imposible, encontrar en su obra una sola idea parida por su mente de punta a rabo.
No existen en ella ideaciones que puedan considerarse originales. ¡Ni siquiera en a terrible omnipotencia que su autoritarismo congénito la asigna al Estado!
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