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El Arte En Santa Fe
Entre los muy pocos artistas q' hay en este medio, rico en muchas cosas nada compatibles con el arte, con el pensamiento sereno y con la gaya ciencia, se cuentan dos que tenemos sumo empeño en dar a conocer: D' Anuunzio y Cingolabi. Los dos son hombres que ya cuentan con muchas primaveras. Y los dos son excelentes artistas del pincel como buenos hijos del cielo purísimo de Italia.
Artistas de merito, como lo son, sin disputa, nos ha intrigado, desde que los hemos conocido por sus obras fuertes, prininales y bellas, verlos en Santa Fe, como peregrinos de un credo rebelde propagando en la travesía de un desierto. Que han hecho estos dos cultores del arte – nos hemos preguntado — para que hayan posado el vuelo de su imaginación en este medio árido, seco, triste y sin horizontes donde posar la mirada, y con la mirada el alma, y con el alma la inspiración? Que han hecho para truncar la expansión de sus armonías creadoras?
Los dos matan las horas de su vida y de su arte, enseñando a pintar. Niños cuyos padres quieren darle una educaron estética, van hacia ellos todos los días y a determinadas horas, a ensayar líneas, dibujos y colores.
Pero, con todo esto, las maestros se aburren, penan de tristeza, añoran las paisajes de su tierra y quizás también los cenáculos donde se discute con pasión, con pedantería y con talento. D'annunzio tiene la riza de un hombre triste. Cingolani tiene la cabellera de un abuelo, blanca por la nieve que sobre ella han llovido los anos. Los dos son hombres condenados a vivir en un medio, que, en materia de arte, es infecundo y frío.
De D'Annunzio son los tres cuadros que aparecen en esta pagina. Dos son paisajes de Italia; otro es una marina tomada en una playa italiana. Nada argentino tienen estos cuadros. Pero en arte, el arte es lo que interesa.
En los paisajes, la naturaleza vive; los árboles, copudos y frescos, muestran a la luz la arquitectura de sus dimensiones, graciosamente proporcionadas. D'Annunzio es an pintor realista. Ve la naturaleza con serenidad, a través de un prisma que no altera sus contornos, sus estaciones, sus horas y sus crepúsculos. Su mayor merito consiste en la sencillez del dibujo, en la suavidad de los contrastes, en la proporción de los
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