CRESPÍNI
Leyenda montañesa
"Sé, Crespín, que no eres ave, aunque te vistas de plumas" (Crespín — A. Quiroga.)
Desde lo alto de la copa de los talas, los algarrobos y las retamas típicas de estas regiones montañesas, suele hendir el espacio en las horas silentes de la noche, el canto gemebundo de crespín.
Crespín...dice el acento lastimero. Y ese canto, como dos silabas musicadas en la bicorne lira de la exigua garganta de ese pájaro, peregrino incansable de los linos de las sierras y los montes, parece brotar de un corazón humano, en el cual se hubiese volcado toda la amargura y el dolor de una tragedia.
¿Crespín...y el eco de la Montana, cual la voz de una hombre surgida desde el fondo de la tierra o desde el seno misterioso de la noche, repite en lontananza: crees-pin!
Pero que busca a quien llama porque gimes, saltando pleno de inquietud de gajo en gajo volando sin cesar de árbol en árbol de monte en monte.
Es que un algo busca es que a alguien llama es que por algo gime.
He aquí pues la leyenda de crespín leyenda que en alas de la tradición, ha llegado a nuestros días transformada, tal vez en sus detalles, pero fiel en su esencia.
En dirección a un hilo de agua clara y fresca que corría cantarina por entre el abra de unos cerros y a cuyas márgenes florecían las mas variadas clases de plantas silvestres entre una sabana esmeraldies de hierbas, iba todas la mañana, el anotar el albas, conduciendo su rebano, un joven pastor garrido y ágil de rostro bronceado por el sol, en cuyas pupilas se transparentaba un alma bonancible y amo rosa, inmaculada como las nieves externas de las montanas y como los ensueños que la arruinaban.
Y era en aquel hilo de agua bordeado de lozana vegetación, donde el pastor abrevaba y apacentaba su rebano.
Y era mientras se encaminaba desde su cabaña a tales sitios, a través de un sendero sirio y lleno de pedregullos y de arena, cuando sus labios temblorosos por la emoción, cantaban esos versos que nacían libre y espontáneamente de un alma, esos versos de amor, con sabor a terruño, hondamente sentimentales y apasionadazo y que volando sobre las brisas matutinas, iban en busca de un corazón amante y tierno para testimoniarle la pasión rayana en el delirio que por el sentía el humilde cantor que los cantaba.
Crespín, tal era el nombre del pastor enamorado.
En su pecho, un sentimiento nuevo hasta entonce para el había germinado en la laborado de un buen dia en que al levantar del silencioso rebano su mirado, se encontró con la de una hermosa y rozagante pastorcita que tenia los ojos verdes como las esperanza los labios encendiditos como pétalo de amapola, las mejillas sedosas y blancas y los cabellos rubio como el oro de los trigales, caprichosamente sueltos sobre los hombros.
Quince anos tenis la pastorcita.
El azar los había puesto aquella mañana frente a frente y basto el enenentro de una sola mirada para encender la chispa del amor en sus corazones; un amor mas puro, que los aires de la sierra, y mas dulce que la miel de los panales..
Sin embargo..este idilio serrano, este candido idilio de Crespín y la pastora hasta cuando viviría, así, arralado por la felicidad...
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