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El Pollino Moralista
Erase un pollino que teníase por sabio y tenianlo por tal los borricos de menor cuantía que, a falta de inteligencia, tenían orejas y una gran cantidad de materia piensante en el estómago. El tal pollino ejercia en Pollinópolis funciones intendentiles. Era parco, severo y pindoso, al decir de sus amigos y admiradores. Bruto en grado superlativo, cuadrupedo moral y materialmente, y digno sucesor de otro pollino intendente qu le había precedido en el mando y cuyas burradas habían hecho época en Pollinópolis, según el malévolo decir de unes cuantos pollinos--quizás más de lo que fuera de desear--que se caracterizaban por lo coceadores y rebuznadores.
Pollinópolis era una ciudad moral. Ya podèis comprender lo que por moral entendían los pollinos de Pollinópolis, religiosos a carta cabal, muy dados a ciertas comuniones con rueda de molino y que habían heredado d Tartufo su astucia políca y su hipocresia personal, lo que los hacía unos perfectos pollinos aún cuando estuvieran bastante lejos de la perfeccion.
Naturalmente que una ciudad tan moral como Pollinópolis, tenía que tener un intendente digno de su <moral>, y el que nos ocupa, llenaba a mil maravillas su mísión <moralizadora>. En la ciudad habia casas de lenocinio, garitos, conventos e iglesias, donde se pervertian los hombres y se les timaba el dinero con maestria. También ejercían, ciertos poco escrupulosos pollinopolitanos, el comercio de la <pornografia,> quizas uno de los mas lucrativos de Pollipolis, y, por todo esto, el intendente poniendo a prueba la largura de sus orejas, resolvió clausurar los lenocinios, por ser inmorales, y proteger el culto de los escamoteadores y timadores, a cuya secta pertenecia el <pollino mayor> de la ciudad. Y no paró aquí el celo <moral> del ilustre pollino. Como la <pornografia> desbarataba el negocio a los del culto, los <asnos divinos> pusieron el grito en el cielo, protestando contra el poco celo del intendente, formando con sus rebuznos un ruido espantoso. Y fué entonces cuando en Pollinópolis aparecieron un buen dia ana comisión de pollinos con poderes ilimitados, que tenian por mísión descomisar cuanto libro <inmoral> asomara algo más que las peludas orejas de los vulgares pollinos, o dijeran otra cosa que no fueran pollinadas.
Las cosas no quedaron ahi, y un buen día la ciudad satisfecha recibe la despampanante noticia. Tres pollinos, de sospechosa parentla politico-religiosa, habían sido nombrados inquisidores generales del arte, la ciencia y la literatura. Pollinópolis, aunque ciudad incipiente, recibió la noticía con cierta extrafieza y hasta hubo quien se atrevió a calificar de inquisitoríal la medida. Pero las cosas siguieron su curso y los rebuznos no llegaron al cielo. Los que protestaron fueron los menos, por interés unos, por convicción los otros, pero en general los pollinopolitanos aceptaron las imposiciones del <Index> municipal.
Xarora
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