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La invisible muerte del proletario: un análisis de la prensa peruana (1904-1925)


Joël DELHOM, Universidad de Bretaña-Sur (Lorient, Francia)
Celia RODRÍGUEZ OLAYA, Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú)


Publicado en:
Segundo Congreso Latinoamericano de Ciencias Sociales y Humanidades “Imágenes de la muerte”, Mérida (México), CD-Rom, marzo de 2006.



Los medios de comunicación elaboran una mitología de la sociedad que toma sus bases de ésta como fragmentos de un imaginario colectivo. Las propuestas gráficas y discursivas son la muestra de los retratos sociales y de sus formas ideológicas, más que la descripción de un suceso; informan sobre el grupo que las producen y su dominación o subordinación cultural. Por ello, analizamos los testimonios periodísticos sobre la muerte de los proletarios en el primer cuarto del siglo XX en Lima, contraponiendo prensa obrera y prensa burguesa, discurso e imagen. En el Perú, estas décadas de la llamada República Aristocrática estuvieron signadas por polémicas en torno a la incorporación sociopolítica de los sectores excluidos, reflejadas en el auge del sindicalismo y del indigenismo. Los años diez, especialmente, fueron fecundos en luchas sociales y feroces represiones, que forman el contexto del material estudiado.
Nuestro corpus está compuesto por artículos de los mensuales anarquistas Los Parias y La Protesta, así como de fotografías publicadas en el semanario burgués Variedades. Los Parias está desprovisto de iconografía y La Protesta sólo incorpora en algunas ocasiones un grabado alegórico. Analizamos las fotografías de Variedades a la luz de los comentarios que las acompañan y orientan su interpretación. Para privilegiar la representación del mundo obrero organizado, excluimos el tratamiento de la muerte en el ámbito privado (accidentes, homicidios, suicidios, etc.). Globalmente, la presencia del tema resulta escasa en Los Parias y más frecuente en La Protesta, en conformidad con la actualidad social del periodo cubierto; es también escasa en Variedades y se relaciona generalmente con fechas significativas. Después de presentar los estatutos de la muerte, del criminal y de la víctima en la prensa estudiada, mostraremos cómo se instrumentalizan con fines ideológicos contrarios.
1/ La muerte: “¿Y la Libertad?... En el cementerio.” [17]
La representación de la muerte en la prensa anarquista, salvo un caso de accidente del trabajo [3], remite siempre a la violencia represiva: se impone la imagen de un suceso antinatural específico de una clase social. El registro semántico del salvajismo asociado a la idea recurrente de matanza inspira horror e indignación, vuelve injustificable la acción de las autoridades, especialmente cuando mujeres con niños son abaleadas [10, 11, 18, 20, 28, 42, 43]. Sin embargo, las descripciones macabras son excepcionales, quizás por falta de testimonios directos o por respeto a las normas culturales de la época [23, 31]. El carácter injusto y bárbaro de la represión es subrayado por el dualismo axiológico maniqueo que opone sistemáticamente una muchedumbre pacífica y sin defensa a unas tropas sanguinarias [18, 21, 31, 32]. Para motivar la solidaridad, también se intenta conmover al lector representando el sufrimiento físico y moral de los heridos y parientes de las víctimas [7, 12]. El único testimonio personal, cuyo autor afirma que se volvió anarquista después de visitar el lugar de la matanza, ofrece la visión dinámica de la agonía y del dolor en vez de la estática imagen de fríos cadáveres [14]. El enfoque de la muerte como proceso cuyos efectos perduran, y no sólo como suceso súbito, permite completar la percepción del fenómeno. Además, el acercamiento a la persona desactiva el carácter abstracto y lejano de la matanza colectiva. Si no lo impide la ausencia de datos, se observa una individuación de las víctimas por su nombramiento [2, 28, 31, 37, 42]. Por otra parte, una pluma femenina expresa los sentimientos que le inspira la masacre y muestra que la esperanza supera el abatimiento y el horror [27].
Variedades oculta la muerte violenta del proletario. La única representación directa consiste en la publicación, en una diminuta sección de página, de la fotografía de cuatro cadáveres de obreros caídos en la huelga general de 1919 (fig. 1). Su connotación policíaca ilustra un discurso que justifica la severidad de la represión por los “excesos” de los huelguistas [50]. Aquí, la muerte no implica dolor y tranquiliza a la clase acomodada al significar que se ha castigado la transgresión.
2/ Los sacrificadores: “Los devoradores habían triunfado.” [38]
De las múltiples máscaras de la muerte, la imagen del verdugo es tal vez la más indigna. En las metáforas de La Protesta, domina la referencia a la fiera insaciable [14, 20, 23, 26], pero la voluntad de deshumanizar a los responsables de atrocidades no elude una argumentación. Los autores muestran que los victimarios –los reclutas–, son proletarios carentes de conciencia de clase [11]. Por consiguiente, denuncian el patriotismo, que sojuzga la juventud y la convierte en brazo criminal del Estado [10]. La responsabilidad moral del crimen es alternativamente atribuida a un individuo único, al que se nombra [7, 14, 23, 32, 37, 42], y a una fracción de la sociedad, designada por abstracciones tales como el Militarismo, la Autoridad o el Capital [10, 26, 37]. También se convoca la figura mitológica de Cronos devorando a sus hijos, como símbolo de traición a la nación, o la de un nuevo dios Moloch [10, 32, 37]. El Estado, al que se asocia la idea de muerte, aparece como el instrumento de una monstruosa burguesía, caracterizada por su “degradación y miseria moral” y cuya evocación remite a sangrientas bacanales [17]. A partir de 1917, La Protesta considera que la masacre se ha convertido en un instrumento político ordinario de gestión social [23, 25, 26, 32]. Son evidenciados “el menosprecio que inspira a capitalistas y gobernantes la vida del obrero” así como la complicidad del periodismo burgués, que silencia los crímenes [3, 4, 11]. Se compara la muerte glorificada del militar, asesino del pueblo, con la muerte inadvertida del proletario, creador de riqueza [5]: en nombre de valores morales pervertidos, una clase inmola a otra. En este mundo carnavalesco donde la civilización es pura barbarie [1, 10, 14, 23], la lucha por la emancipación obrera es una lucha prometeica contra la muerte, que implica el trastorno de un orden sociopolítico antinatural [26]. Frente a la depravada y mortífera sociedad burguesa, el anarquista se erige en representante de la vida [38]. Así se dibujan paradójicamente dos campos opuestos: el de la vida, conformado por las víctimas del holocausto social, y el de la muerte, integrado por los que gozan del sacrificio [23, 37].
Variedades también procede a una inversión de la realidad: los causantes del “terror” no son los militares sino los exaltados “agitadores”, cuya pertenencia a “la clase obrera verdadera” es denegada [50]. Son los proletarios los que dan “a la ciudad un aspecto de duelo” cuando cesan el trabajo [52].
3/ De víctima a mártir: “¡Trabajadores! nuestra carne es carne de camal” [3]
Los anarquistas describen la sufrida existencia del proletario como una muerte lenta y continua [5], atacan el “dogma cristiano de la obediencia, sostenido por el interés de las minorías” y estigmatizan la pasividad del pueblo, denunciando su masoquismo. Pero aseguran que los campesinos masacrados en Huacho superaron esta alienación: “Al grito de ‘hermano prepárate a morir’ ha sucedido el otro formidable, estupenda esperanza de los que sufren, pensamiento fecundo: ‘Hermano [¡]prepárate a vivir!’” [23]. La rebeldía es promesa de vida, aunque tenga como consecuencia inmediata la muerte del rebelde, porque es afirmación del “supremo derecho a la vida” [10, 17, 18, 23]. La muerte prematura de unos cuantos es el precio por la vida de las numerosas generaciones futuras. Así pues, el morir pierde su carácter trágico y es preferible a la humillación permanente. Esta argumentación busca neutralizar el terror que infunde la violencia estatal. Se observa, incluso, un exagerado optimismo, que denota por contraste la impotencia sociopolítica del proletariado. Éste no tiene más remedio que esperar del futuro la deseada transformación radical y, entretanto, hacer de la victoria de la muerte la de la vida [23, 24, 28]. La primera plana de La Protesta de septiembre de 1917 es una buena muestra del triunfalismo textual y alegórico que desentona con el carácter fatal de la matanza de Huacho (fig. 2).
El cristianismo ofrece un modelo cultural particularmente adaptado a la situación del movimiento obrero de la época. Los siglos de persecución, lejos de impedir el auge de la Iglesia, la han ido construyendo. No asombra, pues, la dimensión religiosa del discurso anarquista que, a pesar de su materialismo ateo, recurre a menudo a un léxico, a metáforas y a símbolos bíblicos, desde la sencilla palabra “hermanos” hasta la identificación sacrílega al mismo Cristo [1, 2, 15, 23, 30, 31, 38]. Se mezcla lo religioso con lo profano en un sincretismo revolucionario que laiciza la religión católica. Se elabora la idea del sacrificio redentor de un Cristo colectivo, siendo tal vez la sumisión el pecado original que ha de ser redimido [28]. El tema de la sangre vertida en la inmolación entra también en relación con las creencias paganas prehispánicas. Resaltan particularmente los tópicos de “la redención obrera” [2] y del mártir, que evidencian un mesianismo laico articulado a una voluntad de santificación de las víctimas de la emancipación proletaria [23]. Sirven de arquetipos los “mártires de Chicago”, aquellos obreros ahorcados en 1887, de cuyos nombres se dice que “vivirán eternamente en la memoria de los desheredados” [15] y de los que se ofrece tres grabados como soporte del culto [15, 34, 38] (fig. 3). Las represiones sucesivas nutren este nuevo “martirologio de los oprimidos” [18, 21, 23, 27, 28]. Se puede notar, además, que en la década del diez la figura religiosa del mártir sustituye totalmente la del héroe patriótico con la cual se combinaba en 1904 [1, 2].
El estatuto de víctima en Variedades es muy selectivo. Sólo acceden al título de “mártires” los caídos en la guerra del Pacífico [46]. Mientras se refiere al “gran número de muertos” causado por la represión, un comentario presenta como “nota sensible” el deceso de una persona alcanzada por una “bala perdida” [50]. La noticia subraya la individualidad y diferencia –sin duda también social– de la fallecida. Salvo una excepción en que se menciona a las “víctimas de Chicago” [51], con rigor semántico no hay víctimas obreras en la revista, sino muertos y caídos.
4/ La fabricación de la memoria: “Hay fechas imborrables para los hijos del trabajo” [33]
La conmemoración, mediante veladas y romerías al cementerio, es un aspecto fundamental de la elaboración del martirologio proletario; rendir homenaje a los caídos es enunciado como “el deber más sagrado” del militante [2]. El primer obrero en beneficiar de este honor parece haber sido el jornalero Florencio Aliaga, asesinado por la policía en el Callao en 1904. Los Parias reproduce los discursos pronunciados por los delegados obreros en su sepelio [2] y, en los siguientes años, su sacrificio es conmemorado por una procesión hasta el cementerio en ocasión de la celebración del Primero de Mayo, iniciada en 1905 en el Perú [6, 8]. La primera velada y el primer aniversario de la muerte, promovidos por la prensa militante, cumplen la función de beatificación y canonización de los mártires [13, 14, 19, 22]. El gobierno, consciente del peligro que suponía esta forma de mantener la combatividad proletaria [31, 33], prohibió la velada organizada en 1917 para las víctimas de la masacre de Huacho [22, 26]. A la interdicción, La Protesta respondió con un número especial de ocho páginas, que reproducía los discursos preparados para esta ocasión.
El sentido trashumante de las romerías evidencia la carga luctuosa propia de la tradición cristiana. Además de ser un proceso de apropiación y de comunicación del dolor, las romerías representan el espíritu combativo del fallecido y reproducen de forma ritual la marcha de protesta. Variedades toma en cuenta el suceso, mas evita la solidaridad con la clase obrera limitando la información. La única fotografía de una procesión de aniversario se concentra en el duelo y la leyenda elude el número de muertos (fig. 4). Tanto la expresión “sangrienta huelga” como la referencia, en otro comentario, al “infortunado Florencio Aliaga, caído en una huelga en el Callao, el 1° de Mayo de 1906” y “muerto por defender sus ideales” [45], responsabilizan indirectamente a las víctimas por su propia muerte. Por añadidura, hay detalles que revelan la ignorancia o indiferencia del autor: aquí, la fecha del óbito es errónea (Aliaga murió el 19 de mayo de 1904 [2]) y en otra ocasión se confunde Chicago con Baltimore [52]. En el caso de las manifestaciones del Primero de Mayo, la revista avanza una interpretación alternativa. Mientras el día del trabajador aparece en La Protesta como un verdadero culto religioso que se rinde a todos los mártires proletarios, como una comunión anunciadora de próximos sacrificios [15, 41], Variedades lo presenta como el “día de regocijo” [52] de los obreros y oculta su alcance reivindicativo [45, 49, 51]. Sin embargo el texto se preocupa del mantenimiento del orden [45, 50, 51, 52]. Los obreros no sólo representan un mundo desconocido, sino también una amenaza y por tanto es imprescindible mantener su perfecto control. Las fotografías, especialmente las de 1912, muestran la fuerza persuasiva y aglutinante del discurso obrero. Además de la multitud congregada y del uso de estandartes, que otorgan a la marcha un dinamismo ofensivo, la línea férrea sugiere la posibilidad de llegada a una meta, como una promesa de triunfo (fig. 5). La culminación de la romería en el sector popular del cementerio (fig. 6) comunica también una impresión de vitalidad. Gracias a la bandera nacional, el acto simbólico figura la elevación a la categoría heroica de un igual. Otra fotografía, tomada en 1915 en Huacho, atestigua la extensión del fenómeno a la provincia, aunque se destacan la dignidad y la disciplina observadas en el cementerio (fig. 7). El año 1921, primer centenario nacional, Variedades publica cuatro imágenes de las celebraciones del Primero de Mayo, asociando romería y organización obrera [52]. Como para conjurar la amenaza, en 1912 y 1913 la revista representa a los trabajadores unidos por el sentimiento patriótico en la conmemoración de los muertos en la guerra con Chile (fig. 8). Aunque el comentario sigue marcando la diferencia de clase [46], el grupo de proletarios, entre los cuales figuran algunos militares, es aquí inofensivo y el recuerdo del sacrificio de la vida garantiza la permanencia social.
5/ Muerte fecunda: “La semilla fecunda del futuro es sangre y luz de todos los martirios” [29]
Frente a los crímenes de las autoridades, la prensa anarquista preconiza una táctica más ofensiva [4, 7, 32]. Manifestar su indignación es sólo un primer paso hacia el objetivo de revancha social [2, 26], frecuentemente llamado “venganza” a partir de 1912 [7, 18, 31]. Pero superar el abatimiento supone la negación de los efectos funestos de la muerte. Entonces, se afirma que el homicidio no puede detener el avance proletario [9, 25, 27] y se apela a la historia para demostrar que es imposible exterminar las ideas [13, 23, 27]. Por añadidura, se invierte la relación de fuerzas al presentar la violencia proletaria como la única verdaderamente destructora [17]. Aunando el concepto cristiano de una muerte redentora y el pagano de una muerte regeneradora, los anarquistas proclaman que el martirio es fecundo y permite la “gestación” de una sociedad justa y libre [1, 2, 4, 7, 28, 34, 35, 36, 37]. Vector de la fe en el ideal emancipador, el mártir cataliza una protesta social [32] que ha de tomar caminos más violentos, legitimados por la crueldad del Estado [37]. Ya desde 1904 se encuentra la idea de que “en adelante las luchas serán mayores, serán más encarnizadas” [2]. Se vaticina una guerra social y la repetición de las masacres [18, 21]. A partir de 1914, se llama explícitamente al tiranicidio, como legítima defensa, como acto de venganza y como medida disuasiva [16, 17, 21, 28, 33]. En este contexto de escalada de la violencia, un artículo de 1921 desvaloriza la vida del burgués [37]. En suma, responder a la muerte con la muerte “es doloroso; pero necesario y justo” [28, 30]. Muy lógicamente, La Protesta hace la apología del sacrificio. Primero, a partir de 1914, al destacar el ejemplo de aceptación de la muerte que dieron los “mártires de Chicago” [15, 39], y después en 1920, de forma explícita, en nombre del progreso de la civilización [36, 40]. Este proceso conduce a la sacralización del cadáver del mártir y explica cómo puede convertirse en la puesta simbólica de una verdadera batalla campal. Es lo que relata el final de un artículo de 1923, con el subtítulo “En la Morgue – El rescate de nuestros muertos”, donde los cadáveres son descritos como luchadores vivos aún que “desfil[an] en hombros de la juventud”, son “torrentes de cólera y de luz triunfal, venciendo a la fuerza bruta” y “parec[en] sonreír” [42]. Como un texto anterior lo profetizaba, “el muerto ideológico resucita chispeante, promisor y palpitante para convertirse en pesadilla del tirano y en abono de la historia” [36].
Al contrario, la muerte del proletario es definitiva en Variedades y si en algo es fecunda, ha de ser como recordatorio de la creciente amenaza proletaria y como garantía del statu quo político. Es significativo que aparezca bajo la forma brutal de cadáveres (fig. 1) cuando la denuncia de la “agitación obrera” [50] se vuelve explícita, después de una década de representaciones asépticas. Mientras los anarquistas manifiestan que el organismo social no es afectado por la muerte como el organismo biológico, la revista considera que la violencia puede contener el antagonismo de clase.
Conclusión
El monopolio del que goza la burguesía, primero de la administración de la muerte como pena y luego de su exhibición o de su ocultación, constituye un instrumento de control disciplinario de la sociedad, tal como lo analizaba Michel Foucault en Vigilar y castigar (Madrid, Siglo XXI, 1978). La prensa anarquista intenta romper este monopolio mediante la elaboración de un martirologio proletario que desemboca en la apología del sacrificio edificante y la expansión de la violencia en un contexto de represión desenfrenada del Estado. La simbología cristiana permite presentar la muerte como un triunfo de la vida, operando una inversión de la realidad que busca transformar la debilidad obrera en fuerza. De ambos lados, textos e imágenes en torno a una muerte bastante intangible y extraña, alejada de su significado más literal por su reconfiguración en memoria colectiva, contribuyen a un proceso de enmascaramiento social propiamente ideológico.

Corpus


[1] Los Parias, n° 3, Junio de 1904, art. “Movimiento obrero. Nuestra protesta” [se refiere a la huelga del Callao durante la cual Florencio Aliaga fue asesinado por la policía el 19 de Mayo].
[2] Los Parias, n° 4, Julio de 1904, "Tribuna obrera. Ecos de la huelga del Callao" [incluye los discursos pronunciados por M. Caracciolo Levano por la sociedad obrera “Estrella del Perú”, Benjamín E. Fernández del gremio de panaderos, Leopoldo E. Urmachea y Pantaleón Salcedo por los gremios de jornaleros en el sepelio del huelguista Florencio Aliaga].
[3] Los Parias, n° 16, Agosto de 1905, art. “¡La vida de un trabajador pagada cincuenta libras!”, firmado P. F. [se refiere a la muerte accidental de un conductor de tren].
[4] Los Parias, n° 20, Diciembre de 1905, art. “Plomo burgués y sangre proletaria”, firmado P. F. [sobre los sucesos sangrientos del 22 y 23 de octubre en Santiago de Chile].
[5] Los Parias, n° 20, Diciembre de 1905, art. “Glorias”, firmado El Loco Darío.
[6] Cartel titulado en su verso “Homenaje al 1° de Mayo de 1907” [el recto se titula “A los trabajadores”].
[7] Cartel titulado “¡Obreros del Perú y del mundo todo! Compañeros de trabajo y de miseria”, firmado “Obreros libertarios” y fechado en Lima el 18 de Abril de 1912 [denuncia la masacre de huelguistas de las haciendas azucareras del valle de Chicama el 16 de abril].
[8] Cartel titulado “Homenaje al 1° de Mayo 1887-1912. A los trabajadores”, firmado por los delegados organizadores de varias sociedades obreras [llama al paro general el 1° de mayo de 1912].
[9] La Protesta, Abril y Mayo de 1912, art. "Discurso del compañero M. Caracciolo Lévano en la velada del 1° de mayo”.
[10] La Protesta, Abril y Mayo de 1912, art. “¡Chicama!”, dos textos sucesivos, el primero sin firma y el segundo firmado Delfín Lévano y fechado del 16 de abril de 1912.
[11] La Protesta, Abril y Mayo de 1912, art. “Los sucesos de Chicama”, firmado Pokel y fechado de mayo de 1912.
[12] La Protesta, n° 17, 1ª quincena de Setiembre de 1912, p. 1, art. “La trajedia [sic] de Chicama”.
[13] Cartelito titulado “Al pueblo productor”, firmado por el Comité Federal de la Federación Obrera Regional del Perú y fechado en Lima el 18 de Abril de 1913 [llama al paro general el 1° de mayo].
[14] La Protesta, n° 23, 30 de Junio de 1913, art. “¡Justicia! A las víctimas de Chicama y Santa Catalina”, firmado M. Herminio Cisneros Z. y fechado en Lima, Mayo de 1913.
[15] La Protesta, n° 3[8], 14 de Noviembre de 1914, p. 1, art. “Los mártires de Chicago. 11 de Noviembre de 1887”, firmado M. Elías Mendiola y fechado en Lima, 11 de Noviembre de 1914, con un grabado alegórico titulado “11 Noviembre 1887. Las Víctimas de Chicago” (fig. 3).
[16] La Protesta, n° 3[8], 14 de Noviembre de 1914, p. 1, art. “¡Oh voces de los mártires!”, firmado Roch Naboulet.
[17] La Protesta, n° 40, 16 de Enero de 1915, pp. 1-2, art. “La masacre de Vitarte. Los trabajadores vilmente asesinados”, firmado Anarkos y fechado en Lima, 9 de Enero de 1915 [se refiere a una matanza de tejederos en huelga el 9 de enero].
[18] La Protesta, n° 40, 16 de Enero de 1915, p. 2, art. “La masacre de Llaucán”, firmado E. R. [se refiere a una masacre de indígenas].
[19] La Protesta, n° 43, primera quincena de Enero de 1916, art. “1915-Vitarte-1916” [celebra el primer aniversario de la matanza de Vitarte].
[20] La Protesta, n° 58, 30 de Mayo de 1917, art. “Los crímenes de la autoridad. Nueva masacre en Huacho. La fiera no se sacia” [se refiere a mujeres abaleadas en una manifestación de apoyo a los jornaleros en huelga del valle de Huacho].
[21] La Protesta, n° 59, primera quincena de Julio de 1917, art. “Huacho. 14 de Junio de 1917”.
[22] La Protesta, n° 59, primera quincena de Julio de 1917, art. “Homenaje a los mártires. La velada del domingo 15”.
[23] La Protesta, n° 60, Setiembre de 1917, p. 2, art. “La masacre de Huacho ante la Historia. Discurso de Juan M. Carreño en la velada del 15 de julio” [se refiere a la “masacre de ciento cincuenta mujeres”]. La p. 1 está ocupada por un grabado alegórico titulado “El glorioso despertar del pueblo”, con el subtítulo siguiente: “El glorioso despertar del pueblo. Los campesinos de Huacho señalan a los productores del Universo el sendero a seguir: hagamos la Tierra libre y fecunda para todos y en el surco que esas manos sagradas abran pase la Revolución llevando el Ideal de emancipación humana: JUSTICIA!” (fig. 2).
[24] La Protesta, n° 60, Setiembre de 1917, p. 3, art. “¡Gloria a los vencidos! Homenaje de ‘La Protesta’ a los Mártires de Huacho”.
[25] La Protesta, n° 60, Setiembre de 1917, p. 3, art. “Los Mártires”, firmado Luis Ulloa.
[26] La Protesta, n° 60, Setiembre de 1917, p. 3, art. “Por los Mártires de Huacho” [incluye el discurso de Erasmo Roca a nombre de los comités organizadores de la velada, el Comité Obrero de Reivindicaciones Sociales y el Comité Pro-Presos].
[27] La Protesta, n° 60, Setiembre de 1917, pp. 4-5, art. “El Apóstrofe de ‘Evolución Femenina’”, firmado María Jesús Alvarado Rivera.
[28] La Protesta, n° 60, Setiembre de 1917, p. 5, art. “Un Símbolo. Oración para la Hecatombe de Huacho”, firmado Ateneofilo y fechado en Lima, agosto de 1917.
[29] La Protesta, n° 60, Setiembre de 1917, p. 6, poema “La Huelga”, de Alberto Ghiraldo [anarquista argentino].
[30] La Protesta, n° 60, Setiembre de 1917, p. 6, art. “¡Cobardes!”, firmado M. Chumpitas.
[31] La Protesta, n° 60, Setiembre de 1917, pp. 7-8, art. “Hermana Campesina”, firmado Juan Manuel.
[32] La Protesta, n° 61, Diciembre de 1917, p. 1, art. “La matanza de Lobitos. La ola de sangre proletaria crece...” [se refiere a la represión de una huelga de los obreros del petróleo].
[33] La Protesta, n° 61, Diciembre de 1917, p. 1, art. “Fechas del pueblo” [se refiere al décimo aniversario de la masacre de obreros salitreros peruanos y chilenos en Iquique, el 21 de Diciembre de 1907].
[34] La Protesta, n° 64, 1° de Mayo de 1918, p. 1, art. “1886-1° de Mayo-1918”, firmado Florentino Malasque, y grabado alegórico central con el encabezamiento: “¡Pueblo! Sé digno detus martires. Contra la tiranía tu suprema rebeldía. ¡No más sumición! Paso a la Anarqia” [sic], que representa a una mujer enarbolando una bandera y rodeada por los medallones de los ocho mártires y contiene el texto “Remember Chicago November 1887”.
[35] La Protesta, n° 86, 2ª quincena de Febrero de 1920, art. “¡De algo que muere, algo nace!”, firmado AR. [se refiere a la primera guerra mundial]
[36] La Protesta, n° 89, 2ª quincena de Mayo de 1920, art. “Muertos que no mueren aunque los maten”, firmado Dr. Victor M. Delfino.
[37] La Protesta, n° 99, Noviembre de 1921, pp. 1 y 4, art. “Un asesinato más”, firmado Hijo del Pueblo” [se refiere a la represión de un mitin de desocupados en Lima el 30 de octubre de 1921].
[38] La Protesta, n° 110, Noviembre de 1922, p. 1, art. “¡Recordando una fecha trágica!”, firmado Acracio y fechado en Lima, Noviembre de 1922, con grabado alegórico de “Las víctimas de Chicago” entre dos columnas.
[39] La Protesta, n° 110, Noviembre de 1922, p. 1, art. “La voz de los mártires”.
[40] La Protesta, n° 110, Noviembre de 1922, p. 1, art. “La ‘Liga de defensa social’”, fechado en Lima, Noviembre de 1922.
[41] La Protesta, n° 114, Mayo de 1923, p. 1, art. “Ante el 1° de Mayo. Confirmación de ideales. ¡Sursum Corda! ¡Proletarios!”, fechado en Lima, Noviembre de 1922, con grabado alegórico de tres mujeres cabalgando y enarbolando tres banderas “¡Tierra! ¡Libertad!”, “Paso a la revolución” e “Ideal”; el grabado está encabezado por el texto: “¡Oprimidos, explotados del mundo: Romped de una vez con el pasado, héroes del porvenir! ¡Corred a uniros con los combatientes; corred, apresuraos que el tiempo vuela, que los sucesos se precipitan y que quizás lleguéis tarde! ¡Romped para siempre con la tradición de esclavos y proclamaos hombres libres!”
[42] La Protesta, n° 114 [sic, 115], Junio de 1923, pp. 1 y 4, art. “Contra la lepra clerical” [se refiere a las manifestaciones de mayo contra la consagración del Perú al sagrado corazón de Jesús]
[43] La Protesta, n° 142, Diciembre de 1925, p. 1, art. “Los sucesos sangrientos de Arequipa. La conscripción vial es rechazada por el pueblo. Protesta iracunda de la clase obrera”.
[44] Variedades, n° 203, 20 de enero de 1912, p. 70.
[45] Variedades, n° 218, 4 de mayo de 1912, pp. 541-542 (fig. 5 y 6).
[46] Variedades, n° 255, 18 de enero de 1913, p. 1617 (fig. 8).
[47] Variedades, n° 375, 8 de mayo,1915, p. 2079 (fig. 7).
[48] Variedades, n° 411, 15 de enero de 1916, p. 86 (fig. 4).
[49] Variedades, n° 531, 4 de mayo de 1918, p. 425.
[50] Variedades, n° 587, 31 de mayo de 1919, p. 432 (fig. 1).
[51] Variedades, n° 636, 8 de mayo de 1920, p. 454.
[52] Variedades, n° 688, 7 de mayo de 1921, p. 784.
Los primeros sindicatos modernos aparecieron a partir de 1904 y en 1911 tuvo lugar la primera huelga general, cuyo resultado fue la supresión del trabajo de noche. Gracias a un nuevo paro general, los cargadores del muelle conquistaron la jornada de ocho horas en 1913, año en que fue constituida la Federación Obrera Regional Peruana, de orientación anarquista. La mayoría conservadora del Congreso se oponía a los tímidos intentos de reforma social de los presidentes sucesivos José Pardo (1904-08), Augusto Leguía (1908-12) y Guillermo Billinghurst (1912-14). Tras el golpe de Estado del coronel Óscar Benavides (1914-15), fue reelegido Pardo (1915-19), que volvió a una política represiva después de promulgar algunas medidas sociales. Se intensificó la represión social, causando decenas de muertos particularmente en los valles agroindustriales de la costa norte, y la situación se volvió explosiva para el régimen oligárquico cuando ciertos sectores medios se unieron a las clases populares al final de la década. En 1919, otro paro general con el apoyo de jóvenes universitarios obtuvo la generalización de la jornada de ocho horas. Leguía (1919-30) adoptó nuevas leyes sociales pero también traicionó la confianza de las clases populares y medias a partir de 1922, reprimiendo duramente las movilizaciones obreras y campesinas. Finalmente, de 1923 a 1927, el gobierno logró desestructurar las organizaciones, encarcelando o desterrando a sus líderes.
Cabe señalar que no hemos tenido acceso a colecciones completas de Los Parias (1904-10) y de La Protesta (1911-26). También hemos tenido en cuenta cuatro afiches del movimiento obrero, conservados en la colección Max Nettlau (carpeta n° 379) del Instituto Internacional de Historia Social (IISG) de Amsterdam. En cuanto a Variedades (
1907-32), revista dirigida por Clemente Palma que recibió la colaboración de los más connotados intelectuales del momento, revisamos una colección completa de 1910 a 1921. La lista del corpus figura al final del trabajo.
Los números entre corchetes en el texto remiten al corpus. La extensión del trabajo no nos permite justificar el análisis por una serie de citas.
La Protesta, n° 60, Setiembre de 1917. El número normal es de cuatro páginas.

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