donde resulta que en el marxismo hay contadas ideas de Marx y que, tanto por su escaso número como porque, en su casi totalidad, son falsas o superficiales, eran incapaces de dar carácter científico al socialismo...
Pueden, sí, servir de base al socialismo de Estado. Pero el socialismo de Estado — quiéranlo o no lo quieran los marxistas — es la antítesis más rotunda del socialismo auténtico y sin afeites: el que quiere socializar la tierra y los instrumentos de producción y de cambio, como expresión de la riqueza creada por el esfuerzo humano en el curso de las generaciones.
Y ya se sabe que esa socialización completa, real, inconfundible, no podrá llevarse a efecto mientras quedo en pie ni el más remoto vestigio de los poderes autoritarios cuya forma inequívoca de expresión y cuyo órgano insustituible es el Estado...
La teoría del valor.
Hemos de repetir lo dicho con respecto a otros extremos. Mucho antes de hacer Marx su aparición en los estrados del socialismo autoritario, Smith y Ricardo, entre otros, habían enunciado la teoría del valor. Marx no hace otra cosa que incorporarla a su sistema, después de añadirle unos detalles sin importancia. Y sus manipulaciones la tornan abstrusa y laberíntica.
Lo mismo puede decirse con respecto a la ley de
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