bronce, cuyas bases se deben principalmente a Lamennais y Lassale.
La demarcación que Marx establece entre el valor de uso y el valor de cambio es totalmente ajena al socialismo propiamente dicho. Podrá ser útil al socialismo de Estado, que no tiene ni el más remoto parentesco -según hemos dicho ya- con las verdaderas realizaciones socialistas. Podrá ser útil, también, a la crítica de un ordenamiento basado en la expoliación, pero no cabe en una doctrina que pretende reflejar nuevas formas de convivencia.
En efecto, ¿a qué extraña concepción del socialismo responde el hecho de establecer diferencias entre la hora de trabajo en determinada industria y el esfuerzo de igual duración en otra rama cualquiera de las actividades productoras?
¿No es absurdo el principio de las categorías entre aquellos elementos vitales de la producción que aseguran en conjunto todo aquello que la sociedad conjuntamente necesita?
¿No está a los antípodas de la más elemental concepción del socialismo el hecho -que nosotros calificaríamos de rotundamente antisocialista-de colocar en planos distintos a los trabajadores especializados y a los obreros simples?
Si. En idéntico grado que diferenciar el uso y el cambio. Y es inútil esforzarse por atenuar el tono chillón de esas sutilezas sofísticas con aquellos coefi-
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