IZQUIERDA

Publicación Mensual

Año 1. Buenos Aires, Noviembre 24 de 1927. Numero 1

Hombres De 1927

Nunca ha sido la Historia tan objetiva como en nuestra época. Son los hechos los que ahora apagan la voz de los teóricos. Es la practica de la Historia la que pone, en este primer cuarto de siglo, sobre la piedra de toque los valores positivos de las teorías.

Spenggler tiene razón. Asistimos al ocaso de la civilización occidental. En otras palabras: a la defunción de un mundo viejo con toda su armazón institucional y todas sus catedrales ideológicas.

Pero también tenemos razón los visionarios del nuevo mundo que nace, no ya porque lo estemos viendo nacer, sino porque lo sabemos plástico y porque lo estamos plasmando con nuestras manos u nuestros corazones todos los que hemos tomado partido por el porvenir.

El mundo entero, como si actuase una ley cósmica o lo moviese alguna extraordinaria fuerza astral, está en plena revolución. Es, pues, lógico y natural que presenciemos esta crisis de contornos dramáticos en que toman parte todas las conciencias: las que se afanan por apuntalar el viejo edificio de las culturas tradicionales que mueren, y las que se disponen a partear el mundo de un nuevo orden social que nace.

Pero los ejércitos están desorientados y eso retarda la victoria definitiva de la Justicia sobre la tierra.

Los reaccionarios, dominados por el paroxismo del miedo, se convierten en héroes. Como los gatos cercados por el fuego, se precipitan en las llamas e implantan el fascismo. Luego, ebrios de egolatría, se creen "providenciales". Arrasan con las precarias libertades que había creado el liberalismo burgués, y agarrotan por el terror la lengua y el cerebro del "ciudadano", trocando la ciudadanía en pretorianismo. Y los que nos titulábamos revolucionarios, a nuestra vez, nos maneamos u nos engrillamos como los teólogos de todos los tiempos, con doctrinarismos u teorías que, si bien dejan la lengua suelta para despotricar, excomulgar y discutir hasta lo infinito, nos paralizan casi totalmente para la acción.

Pero ha terminado el periodo de la dialéctica junto con el de las grandes proclamas, y se ha inaugurado el de la acción.

Los hombres débiles de palabras fuertes han sido desplazados del timón de la nave social por los "conductores" de mano enérgica.

Ello es una muestra de que en este mundo son mucho más las cosas que restan por hacer que las que quedan por aprender.

Lección inapreciable de realismo histórico para quienes han elevado su conciencia en la cruz de una idea fija.

Preciso es convenir en que las revoluciones no se hacen por receta. Y que nadie tiene, por tanto, la panacea universal en el bolsillo. Que todos los credos cristalizados en dogmas, aun los "avanzados", son cosas muertas que se van también (mal que pese a sus fieles) junto con los demás residuos de las culturas tradicionales que están en su ocaso.