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El Nuevo Pensamiento
Después de la guerra
Un pensamiento nuevo lebemos esperar después de la guerra. Destruida la civilizacián que condujo a los pueblos a la matanza espantosa a que hemos asistido con lágrimas en los ojos y con hondos pesares en el alma, el hombre es otros; vale decir, es una entidad nueva que busca una idea para conformar sus razones, que busca una cultura para sostener su personalidad, que busca un camino para afirmar su existencia.
Después de la guerra, el hombre es otro. La guerra que ha concluido, es una especie de génesis. En arte, en filosofía y en ciencia, se busca el pensamiento que plasme las formas nuevas del destino. Lo que hay que decir, de ahora para luego, no puede decirse apoyados en las viejas orientaciones que hicieron crisis con la culminacián monstruosa de la hecatombe. La historia, sálo la viven los misoneistas, como una realidad actual. Las edades que señalan su curso, se han vivido una vez; y si de ellas, como con verdad enseñan los biálogos queda algo, eso que queda es nuestra experiencia. Pero la experiencia en la vida del hombre, es un patrimonio de energías colocado en un tiempo pretérito.
Necesitamos de porvenir para vivir y sufrir el presente, y del porvenir queremos nutrirnos como se nutren los visionarios, los apástoles y los precursores. El porvenir --- ya los sabemos --- es una esperanza inconclusa que llevada a las ideas se traduce en una imagen inestable, que mezclada a la filosofía es una paradoja y que puesta sobre las exactitudes de la ciencia, es una hipátesis. Sin embargo, de porvenir se llenan las civilizaciones humanas, y por el porvenir el hombre no es ateo, ni escéptico en absoluto, ni suicida. El porvenir es el infinito que sostiene y nos afirma a esta vida misérrima. Pero con la guerra, todo el porvenir ideolágico contenido en la civilizacián de aquellos entonces, despedazose al contacto de los cañones, de las trincheras hediondas, de la muerte traída en los pendones de las fuerzas en combate. El alma humana quedá desnuda. Y el hombre, por consiguiente, busca su espíritu en un idea, y no tardara mucho en que lo veamos encariñado con una civilizacián.
Tal es el pensamiento nuevo, que, sin darnos cuenta cabal, estamos conformando los hombres de todos los continentes y los hijos de todas las razas.
La lucha
Jamás como ahora, la lucha humana ha adquirido proporciones más refinadas, ni de mayor extensián. Es una lucha áspera, brutal, salvaje. Los pueblos semejan ser los restos informes de un naufragio. En cada clase social se agigante la lucha en contra de las otras clases que pretenden y pugnan por empujarla, diría que a un abismo. Ni las leyes que consagraron largos siglos de esfuerzos denodados, ni los conceptos de ética y de jurisprudencia que elevaron la dignidad del hombre a una concepcián de cultura libérrima, ni nada, en fin, de los que era raigambre, fuerza y poder del mundo viejo es suficiente para imponer respeto, orden justicia, equilibrio. Un desconcierto universal es la ley predominante del destino de esta hora. Los pueblos luchan por vivir, que es la verdadera lucha suprema, pero no quieren vivir amoldados y adaptados a los regímenes antiguos, descompuestos o decrépitos, a los regímenes que se hicieron añicos con la guerra; quieren vivir en atencián a otros moldes, de acuerdo a otros sistemas, en relacián con otros conceptos vitales. Pero, ay, el molde definitivo es el que no hallan, el que buscan más bien por instinto que por inteligencia; el molde que no encuentran a pesar de sus grandes deseos y de su buena voluntad.
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